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42 años de traición al pueblo saharaui

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Pablo Jofré Leal   Rebelión
El mes de noviembre marca para los pueblos árabes un mes infausto. Un mes marcado de fechas trágicas, que nos obliga a mirar la historia, aprender de ella y recordar como una obligación política y moral.
Efectivamente, en el mes de noviembre del año 1917 se estableció la Declaración Balfour que marcaría la complicidad de occidente con la creación de un “hogar nacional judío” en tierras palestinas. También en el mes de noviembre pero del año 1947 la organización de las naciones unidas sancionaría la Resolución N° 181 sobre la partición de Palestina, que sentaría un precedente nefasto en orden a expoliar y fragmentar el territorio palestino otorgando el 54% de sus tierras a colonos sionistas afincados en palestina.
 
Una marcha colonialista
 
Igualmente el mes de noviembre pero en este caso del año 1975 representa una fecha infausta para el pueblo saharaui, que rememora su propia Nakba a manos de Marruecos tras la llamada Marcha Verde. Año tras año desde el 6 de noviembre, desde 1975, al conmemorarse la denominada Marcha Verde –que dio inició a la ocupación de Marruecos del territorio saharaui– esta fecha me hace reiterar la afirmación y ampliar mis convicciones, respecto a que al pueblo Saharaui se le ha robado su territorio y su desarrollo como nación, pero no su valentía y dignidad.
 
Marcha que marcó, igualmente, el inicio de la guerra entre Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática –RASD– en un conflicto armado que se prolongó 16 años. El día 6 de septiembre del año 1991 las fuerzas saharauis y de Marruecos cesaron el fuego que inundó esa zona del Magreb. No se declaró el fin de las hostilidades entre las fuerzas del Frente Polisario y Marruecos, sino que un simple armisticio. En dicha fecha el pueblo saharaui, a través de su organización política y armada decidió asumir el proceso de paz siempre y cuando la monarquía marroquí, respetara la decisión del referéndum, que debía ser conducido e implementado por la Organización de Naciones Unidas –ONU– a través de la Misión de las Naciones Unidas Para el Referéndum en el Sahara Occidental –MINURSO– Los saharauis han cumplido, han cedido, han esperado. Marruecos, España, Francia y la ONU han traicionado los compromisos asumidos.
 
Una declaración de alto al fuego surgida en un marco poco estable, que poco a poco comenzó a mostrar esa fragilidad, consolidando el temor respecto a que el proceso de referéndum nació malherido, sobre todo por las presiones de la Casa Real Marroquí, que avalada por sus alianzas con España, Francia y Estados Unidos, desconoció el censo efectuado por España el año 1974 y los requisitos necesarios para identificar los votantes autorizados. Elemento crucial, pues de esa manera Marruecos aumentó artificialmente el número de votantes, sumando a miles de colonos traídos a los territorios ocupados, modificando la naturaleza de dicho referéndum.
 
Situación que comienza a tener su explosión bélica, con la entrada en territorio saharaui de la Marcha Verde. Proceso político destinado a presionar a las Naciones Unidas, a España y preparar el escenario de la invasión al Sáhara occidental. Iniciada a mediados del mes de octubre del año 1975 y que cruza la frontera con el territorio saharaui el día 6 de noviembre. Se marca así el inicio de la ocupación y proceso colonizador de Marruecos del Sáhara occidental, consolidando la conducta indigna de la potencia ocupante –España– que abandona el territorio, traicionando los anhelos del pueblo saharaui e incumpliendo sus obligaciones como Potencia Colonial desde el año 1885 en la zona –permitiendo la irrupción– por felonía y acuerdos firmados a espaldas del pueblo saharaui –de las fuerzas de Marruecos y Mauritania– impidiendo, de esa forma, la organización de un referéndum por la independencia bajo el mandato de las Naciones Unidas.
 
La invasión del Sahara generó la resistencia del pueblo saharaui, agrupado en torno al Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro –Frente Polisario– fundado el año 1973, que ha desafiado a Marruecos y su política de anexión del territorio saharaui. Mauritania en esta historia fue derrotado contundentemente por las fuerzas saharauis y obligado a firmar la paz el año 1977, continuando la contienda entre las precarias, pero heroicas fuerzas del Polisario contra el bien equipado ejército marroquí. Entre el año 1975 y 1991 se enfrentaron las fuerzas saharauis apoyadas por Argelia, principalmente, contra el Reino Alauita de Marruecos, asistido éste por Occidente: Francia y Estados Unidos al que se unieron en materia de apoyo financiero, tecnológico y labores de inteligencia, tanto Arabia Saudita como Israel.
 
La Marcha Verde comenzó a la par de la decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya quien hizo público un dictamen, para responder la interrogante respecto a que si Sáhara occidental era, al momento de la colonización por España un territorio sin dueño –¿Era el Sáhara Terra Nullius?– y si la respuesta a la primera pregunta fuera negativa conocer entonces ¿Cuáles eran los vínculos jurídicos entre este territorio y el Reino de Marruecos y la entidad mauritana? La CIJLH hizo público su dictamen, ante las alegaciones marroquíes el 16 de octubre de 1975, estableciendo que no existía vínculos de soberanía territorial entre el Sahara Occidental y el Reino de Marruecos o el conjunto Mauritano como lo afirmaba Rabat, quien alegaba que era necesario respetar el derecho de la integridad territorial
 
Los vínculos jurídicos establecidos en dicha sentencia establecieron la falsedad de dicha afirmación, pues la Corte declaró que no existían derechos que supusieran reponer una supuesta integridad territorial inexistente. La tesis sostenida por Marruecos no tuvo éxito, pero ello no impidió que este país, el mismo día de conocerse la opinión de la Corte de La Haya, diera continuidad a la denominada Marcha Verde convocada por Hassan II, y en la que se movilizó 350.000 personas, que se lanzaron a través del desierto para reivindicar el territorio del Sahara, enmarcados en el color verde que representa el color del Islam, queriendo de ese modo darle una legitimidad histórica y religiosa a un acto de despojo, ocupación y violación del derecho internacional. Unido a esos civiles, 25 mil soldados entraron a territorio saharaui violando desde entonces los derechos del pueblo saharaui.
 
La monarquía marroquí instituyó como fiesta nacional el día 6 de noviembre de 1975, que celebra el despojo de la patria saharaui y la violación del derecho internacional. Cada nueva conmemoración de la Marcha Verde nos lleva a recordar un viejo aforismo que sostiene “la historia no se repite pero... como no recordar con este hecho violatorio las numerosas transgresiones a la resolución número 242 de las Naciones Unidas, que ordenaba a Israel retirarse de los territorios ocupados luego de la Guerra de los Seis Días, en el año 1967 y en lugar de ello, hasta el día de hoy dicho país sigue colonizando territorios que legítimamente pertenecen al pueblo palestino.
 
Cada 6 de noviembre, nos recuerda la analista Salka Embarek, la monarquía marroquí celebra el inicio de la ocupación de la patria saharaui, acontecimiento que dio inicio al genocidio de su población, la vulneración de todos su derechos y el robo de sus riquezas “cuestión que año tras año vuelve a poner sobre la mesa la responsabilidad de España, el abandono de la que fuera una más de sus provincias, junto a su población, el inconcluso proceso de descolonización, las resoluciones de la ONU a favor de los derechos del pueblo saharaui, la necesidad de hacer cumplir a Marruecos con la legalidad internacional y la imposición de la justicia para el pueblo saharaui como su derecho a ser soberano”
 
La Marcha verde no sólo significó la presencia como Potencia ocupante de Marruecos en suelo Saharaui sino el inicio del transtierro de su población. La población saharaui, que logró huir de la invasión, por parte de las fuerzas militares marroquíes el año 1975, atravesó cientos de kilómetros de calcinante desierto bajo el bombardeo de la aviación de Marruecos que lanzaba Napalm y fósforo blanco. Esa población que logró sobrevivir a la sed, las inclemencias de la hamada, las enfermedades terminó estableciéndose en una zona del sur de Argelia denominada Tinduf. Una región donde el vivir se dificulta en extremo. Allí donde las temperaturas alcanzan los 50 grados, también se viven catastróficas inundaciones de un barro que destruye todo, como fue en noviembre del 2015.
 
A pesar que nada parece sobrevivir en la Hamada, los saharauis la han colmado de su esperanza, de su vida. El orgullo y la dignidad de este pueblo tienen mucho que decirnos, en base a su convicción política y el derecho a recuperar de pleno derecho su tierra. El vivir en una serie de campamentos que reciben el nombre de sus provincias ocupadas: Dajla, Aussert, Smara, El Aaiun, Boujdour y su capital administrativa Rabouni, la organización del gobierno saharaui y la vocación pacífica, laboriosa y esperanzadora de su pueblo destaca por la disciplina, el vigor y el orgullo de ser Saharaui. La sensación y luego la certeza que se tiene al visitar estos territorio, es que existe y tenemos una deuda con esos hombres y mujeres, que se palpa en cada Wilaya, en cada Daira, en cada Jaima donde miles de seres humanos sueñan con recuperar lo que les ha sido arrebatado a sangre y fuego.
 
A inicios del cuarto lustro del siglo XXI, junto al valor de los pueblos de palestina, Siria, Bahrein, Yemen, entre otros, agredidos por el apetito insaciable de la triada entre imperialismo, sionismo y wahabismo. Cuando todo ello aún sigue presente, hay que resaltar al pueblo saharaui. Un pueblo, que sufre una criminal ocupación, que ha cercenado su vida como sociedad, con parte de su población sometida a la política colonial de la monarquía marroquí y la otra parte de ella, situada en los campamentos de Tinduf en territorio argelino, viviendo en la dignidad con que sólo un pueblo digno, a pesar de lo brutal del entorno, podría vivir
 
El pueblo saharaui, con su respeto a las leyes internacionales, ante su vocación de sociedad pacífica no ha recibido más que bofetadas a su anhelo de autodeterminación. Un pueblo que ha recibido engaños, traición, complicidad con el criminal y la conducta colonizadora y criminal de la monarquía marroquí que tiene múltiples cuentas que rendir ante la sociedad saharaui, el mundo y sus organismos internacionales. Un pueblo saharaui, que más temprano que tarde verá bañar sus sueños en las costas atlánticas y verá consolidar sus objetivos de alcanzar la libertad. Un pueblo que desde el año 1975, abandonado traicioneramente por España e invadido vilmente por Marruecos, comenzó su propia y personal catástrofe colectiva. Los saharauis han vivido su propia Nakba –su propia catástrofe– concepto con que definen los palestinos los sucesos del año 1948 cuando debieron abandonar sus tierras en el marco de la ocupación sionista de Palestina. Los saharauis viven una situación similar.
 
Así, después de 42 años, la Nakba saharaui sigue siendo un continuo de la política colonizadora de la monarquía marroquí, el robo permanente de las riquezas, de la tierra, del agua, de los yacimientos de fosfatos de los caladeros atlánticos, de la segregación del pueblo saharaui en los territorios ocupados y del impedimento de volver de aquellos que pueblan los campamentos en Tinduf. Cada 14 de noviembre el pueblo saharaui recuerda su Nakba, cada 14 de noviembre debe ser un golpe a nuestra conciencia, un recordis –un volver a pasar por el corazón–respecto a que la autodeterminación y el retorno son los objetivos prioritarios del pueblo saharaui. No hay otro camino, no hay otra solución, incluso si ello implica retomar las armas y lanzarse al asalto por concretar sus sueños de autodeterminación.
 
Parafraseando a Blaise Pascal es posible dar cuenta que la dignidad tiene razones que los inmorales desconocen y que el recordar la lucha del pueblo saharaui permite entender que la dignidad de los hombres y mujeres de esta parte del mundo, los eleva a la categoría más alta del ser humano, aquella que habla de una sociedad digna, valiente, clara en sus objetivos, paciente, astuta, valerosa, entusiasta y que a pesar de décadas de despojo, abandono y represión, no flaquea en sus anhelo de una patria que vaya desde Saguia El Hamra hasta el Río de Oro. Desde la Hamada Argelina hasta la costa atlántica. Y eso, los indignos, los viles, los que lucran con los derecho de los pueblos, los que envilecen la condición humana, no entenderán jamás, que la Dignidad tiene nombre de Sáhara.